sábado, 12 de diciembre de 2009

De "Canto a mí mismo" (Walt Withman)

1. Me celebro y me canto a mí mismo.
Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti,
porque lo que yo tengo lo tienes tú
y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también.

Vago... e invito a vagar a mi alma.
Vago y me tumbo a mi antojo sobre la tierra
para ver cómo crece la hierba del estío.
Mi lengua y cada molécula de mi sangre nacieron aquí,
de esta tierra y de estos vientos.
Me engendraron padres que nacieron aquí,
de padres que engendraron otros padres que nacieron aquí,
de padres hijos de esta tierra y de estos vientos también.

Tengo treinta y siete años. Mi salud es perfecta.
Y con mi aliento puro
comienzo a cantar hoy
y no terminaré mi canto hasta que muera.
Que se callen ahora las escuelas y los credos.
Atrás. A su sitio.
Sé cuál es su misión y no la olvidaré;
que nadie la olvide.
Pero ahora yo ofrezco mi pecho lo mismo al bien que al mal,
dejo hablar a todos sin restricción,
y abro de para en par las puertas a la energía original de la naturaleza
desenfrenada.

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viernes, 11 de diciembre de 2009

Es el Olvido (Nicanor Parra)


Uno de mis poemas favoritos... es el Olvido.. de Nicanor Parra

Juro que no recuerdo ni su nombre,
mas moriré llamándola María,
no por simple capricho de poeta:
por su aspecto de plaza de provincia.
¡Tiempos aquellos!, yo un espantapájaros,
ella una joven pálida y sombría.
Al volver una tarde del Liceo
supe de la su muerte inmerecida,
nueva que me causó tal desengaño
que derramé una lágrima al oírla.

Una lágrima, sí, ¡quién lo creyera!,
y eso que soy persona de energía.
Si he de conceder crédito a lo dicho
por la gente que trajo la noticia
debo creer, sin vacilar un punto,
que murió con mi nombre en las pupilas,
hecho que me sorprende, porque nunca
fue para mí otra cosa que una amiga.
Nunca tuve con ella más que simples
relaciones de estricta cortesía,
nada más que palabras y palabras
y una que otra mención de golondrinas.

La conocí en mi pueblo (de mi pueblo
sólo queda un puñado de cenizas),
pero jamás vi en ella otro destino
que el de una joven triste y pensativa.
Tanto fue así que hasta llegué a tratarla
con el celeste nombre de María,
circunstancia que prueba claramente
la exactitud central de mi doctrina.
Puede ser que una vez la haya besado,
¡quién es el que no besa a sus amigas!,
pero tened presente que lo hice
sin darme cuenta bien de lo que hacía.

No negaré, eso sí, que me gustaba
su inmaterial y vaga compañía
que era como el espíritu sereno
que a las flores domésticas anima.
Yo no puedo ocultar de ningún modo
la importancia que tuvo su sonrisa
ni desvirtuar el favorable influjo
que hasta en las mismas piedras ejercía.
Agreguemos, aún, que de la noche
fueron sus ojos fuente fidedigna.

Mas, a pesar de todo, es necesario
que comprendan que yo no la quería
sino con ese vago sentimiento
con que a un pariente enfermo se designa.
Sin embargo sucede, sin embargo,
lo que a esta fecha aún me maravilla,
ese inaudito y singular ejemplo
de morir con mi nombre en las pupilas,
ella, múltiple rosa inmaculada,
ella que era una lámpara legítima.

Tiene razón, mucha razón, la gente
que se pasa quejando noche y día
de que el mundo traidor en que vivimos
vale menos que rueda detenida:
mucho más honorable es una tumba,
vale más una hoja enmohecida,
nada es verdad, aquí nada perdura,
ni el color del cristal con que se mira.

Hoy es un día azul de primavera,
creo que moriré de poesía,
de esa famosa joven melancólica
no recuerdo ni el nombre que tenía.
Sólo sé que pasó por este mundo
como una paloma fugitiva:
la olvidé sin quererlo, lentamente,
como todas las cosas de la vida.

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domingo, 13 de septiembre de 2009

Apegado a mi (Gabriela Mistral)

Velloncito de mi carne,
que en mi entraña yo tejí,
velloncito friolento,
¡duérmete apegado a mí!

La perdiz duerme en el trébol
escuchándole latir:
no te turben mis alientos,
¡duérmete apegado a mí!


Hierbecita temblorosa
asombrada de vivir,
no te sueltes de mi pecho:
¡duérmete apegado a mí!


Yo que todo lo he perdido
ahora tiemblo de dormir.
No resbales de mi brazo:
¡duérmete apegado a mi!

martes, 1 de septiembre de 2009

Retrato de un Antipoeta


Durante la semana pasada se estreno en Chile la película "Retrato de un antipoeta". El cineasta chileno Victor Jiménez siguio durante 11 años al antipoeta. Fueron 11 años pero solo 15 horas de filmación, declaro el cineasta. Jiménez menciono que la filmación de su primer largometraje fue sumamente delicada. "Llegábamos a su casa -en la playa o de la capital- y nos teníamos que quedar, tener paciencia, ver cómo estaba de ánimo. El proceso fue delicado, siempre. Muchas veces, él no nos recibía, nos dejaba fuera. Nosotros insistíamos, nos decía que no, y al día
siguiente era un amor y nos dejaba filmarlo. Todo era así, como que te apretaba y te soltaba", describió.
"Al final fue positivo para mi, en términos de que siempre tuve que buscar la manera de seguir avanzando y eso me llevó a superarme a mí mismo todo el tiempo, y lograr terminar esto", señaló.

Sin duda es Un film que nos acercará a la intimidad del poeta, recomendada.

Les dejo el trailer:

martes, 23 de junio de 2009

No te Detengas (Walt Whitman)

No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tu puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores:
el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.
Huye.
"Emito mis alaridos por los techos de este mundo",
dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca
tener la vida por delante.
Vívela intensamente,
sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron
de nuestros "poetas muertos",
te ayudan a caminar por la vida
La sociedad de hoy somos nosotros:
Los "poetas vivos".

lunes, 25 de mayo de 2009

Violeta se fue a los cielos (Homenaje de Angel Parra a su madre Violeta Parrra)

Angel Parra dedico antes de ayer un sentido homenaje a su madre Violeta Parra y, según se comenta, fue uno de los más emotivos del XII Salón del Libro Iberoamericano, que se celebra en Gijón, España. En el concierto se incluyeron canciones tan celebradas como 'Por qué los pobres no tienen', 'Volver a los diecisiete' además de unas décimas dedicadas a la ciudad de Gijón.

El evento se realiza desde el 20 al 25 de mayo, y su Director es nuestro compatriota, el escritor chileno Luis Sepúlveda.

Responde Angel Parra, acerca de Violeta:
¿Pesa la púrpura de ser el hijo de un mito?
Yo lo llevo maravillosamente. Con ella aprendí a leer, a escribir, a sumar y a restar. Y a no mentir, para lo que recibí algunos varillazos. Ella fue mi universidad.
¿De qué modo surgió de una familia tan modesta como la de su madre un arte tan grande?
No sé de dónde le vino esa capacidad, que la llevó a indagar las raíces populares de la canción, descubrir el guitarrón de veinticinco cuerdas o convertir el canto en una lucha. Sé que nosotros sólo hemos seguido su ejemplo.
En su caso, padeciendo cárcel y exilio tras el golpe de Pinochet. En el campo de concentración de Chacabuco, tuvo la inspiración del 'Oratorio de la Pasión según San Juan'...
Al llegar al campo, se nos avisó de que no nos acercáramos a la red de la valla, que estaba electrificada. La advertencia nos la hizo un capellán militar...
Quise convencerle de que los prisioneros eran igual a Cristo. Así empecé a idear el 'Oratorio'.
Su madre se suicidó en 1967, a los 49 años. ¿Es un tema que prefiere evitar?
Fue un acto de libertad por el que tengo un respeto tremendo. Venía de vuelta, y siempre había sido crítica y autocrítica. No soportaba la mediocridad del amor, ni de la sociedad que se avecinaba. Se adelantó un siglo a su época.
Hoy sus canciones están en la voz de Serrat, Silvio Rodríguez... ¿Se queda con alguna versión?
Con todas. Y con las más humildes, como las de los chicos que las cantan en los autobuses de Santiago.

"Violeta se fue a los cielos" es una obra de Angel Parra, publicada el 2006 y esta compuesta por un libro y un CD con temas de Violeta Parra, interpretados por Angel. “La mañana del cinco de febrero de mil novecientos sesenta y siete Violeta se fue a los cielos. Libertad total en el espacio, sin restricciones. Así me imagino el suicidio, el acto mismo”, apunta Parra en la primera parte del libro.

El Cd que acompaña al libro contiene los siguientes temas:

1.Corazón maldito (Violeta Parra)
2.Rin del angelito (Violeta Parra)
3.Paloma ausente (Violeta Parra)
4.Mazúrquica modérnica (Violeta Parra)
5.Santiago, penando estás (Violeta Parra)
6.Qué dirá el Santo Padre o [El santo padre] (Violeta Parra)
7.Y arriba quemando el sol (Violeta Parra)
8.Se juntan dos palomitos (Violeta Parra)
9.La pericona se ha muerto (Violeta Parra)
10.Run Run se fue pa'l Norte (Violeta Parra)
11.Parabienes al revés o [La carreta enflorá] (Violeta Parra)
12.Volver a los diecisiete (Violeta Parra)
13.En los jardines humanos o [Es una barca de amores] (Violeta Parra)
14.Porque los pobres no tienen (Violeta Parra)
15.Gracias a la vida (Violeta Parra)


Aca le presentamos unos de los temas del Disco "Violeta se fue a los Cielos" :




Aca los dejamos con el Primer capítulo del Libro "Violeta se fue a los Cielos", esperando que se entusiasmen y compren la obra completa:

Domingo cinco de febrero de mil novecientos sesenta y siete. 14 horas. La detonación debe haberse escuchado desde lejos. O tal vez no. La pistola era de bajo calibre. Drástico fin de todos sus tormentos. Drástico. Como le gustaban las cosas a ella. A través de ese pequeño orificio se le fue la vida. Y con ella, los pájaros azules y rojos, dijo Atahualpa, mi viejo maestro; ya no le cabían en el alma. Por ese pequeño orificio entró a la historia. Como siempre, el consabido cuento de que los artistas deben morir para ser plenamente reconocidos.
Los vecinos preparaban el asado del domingo y seguro tenían dos o tres aperitivos en el cuerpo.
Tal vez el estampido, o como decía su hermano mayor, el pistoletazo, debe haber sonado como una puerta que se cierra con violencia. Prefiero la palabra estampido. Aquel sonido que coincidió con el entrechocar de las copas, no se oyó, felizmente para ellos; estaban de fiesta, un cumpleaños, la graduación del hijo, el intercambio de anillos de la hija mayor.

No me gusta la palabra pistoletazo, la palabra estampido me hace pensar en llanuras repletas de caballos desbocados. Libertad total en el espacio, sin restricciones. Así me imagino el suicidio, el acto mismo. Echar a galopar todos los caballos frenados, retenidos, maneados.

Potreros plenos de alfalfa verde, cascos enterrándose en el barro blando por la humedad del rocío, en galope desenfrenado. Caballos alados que, ahora,flotando se llevan la preciosa carga para perderse entre las nubes. Mientras aquí, en la tierra y su vulgaridad, un hilo de sangre corre desde la sien de mi madre hasta tocar el piso, el piso de tierra. De esta tierra que tanto amó y defendió con su canto y su guitarra. Obstinada y resuelta, hoy fundiéndose en ella, por los siglos de los siglos. Realizando el milagro tan esperado. Tierra y sangre. Madre Tierra. Hermanas de sangre juntas, por fin. Hágase su voluntad.

Así lo decidió mi madre.

Yo no escuché el estampido. A más de doscientos kilómetros, no intuí, no presentí. Ningún aviso mágico. Nada. La magia no existe.

Un amigo lo escuchó en la radio, en el noticiero de las tres de la tarde. Con cariño y firmeza dijo: “tu madre se suicidó”. A pesar del intenso calor veraniego, sentí frío.

Tengo veintitrés años, un hijo pequeñito, una mujer tierna y segura. Partimos de inmediato a Santiago. Tres horas después llegamos a la “carpa de la reina”.

Lágrimas intermitentes, dos sentimientos. Alegría por su liberación, tristeza por su ausencia que pensé definitiva. Error, desde ese día, su presencia no ha dejado de acompañarme.
Cientos de anónimas personas, luego serían miles, comenzaban a rodear la carpa. Fragancias diferentes emanaban de los ramos de flores. Colores y formas distintos, según la personas. Me detuve por un momento en un ramo de clavelinas, quise pedírselo a esa muchacha para ser yo quien se lo llevara. Flores silvestres. Como ella decía, sin buscar la belleza, simplemente el gesto. Las mismas flores que había mencionado por sus nombres en la tonada “La jardinera”.

Para mi tristeza violeta azul
Clavelina roja pa’ mi pasión
Y para saber si me correspondes
Deshojo un blanco manzanillón
Si me quieres mucho poquito nada
Tranquilo queda mi corazón.

Carmen Luisa, mi hermana menor, de quince años por esos días, vivía con ella en la carpa. Mi hermana Isabel y yo ya estábamos enrielados, en nuestros propios caminos, ella con su vida y yo en lo mío. Empezando a jugar a ser adultos.
Poco tiempo antes de tomar esta decisión definitiva, mi madre terminaba su relación amorosa con Gilbert Favre, “El gringo”. “Run run se fue pal’ norte”. ¿Cuál norte? El que él andaba buscando, un norte que le perteneciera solo a él.

Quién puede mejor que ella, mi madre, dar cuenta, a quien le interese – sé que hay muchos – desentrañar esta ruptura, solo ella. Explicándose a sí misma las razones de tal separación. Por eso escribía, para desenredar las madejas del alma, creo oírla. Donde tanto amor existió, hoy solo vacío y desolación.
“Run run se fue pal’ norte”, lo dice todo. No hay misterios, ahí está la profunda verdad.

En un carro de olvido, antes del aclarar,
de una estación del tiempo decidido a rodar
Run Run se fue pa’l norte, no sé cuándo vendrá
vendrá para el cumpleaños de nuestra soledad.
A los tres días carta con letras de coral,
me dice que su viaje se alarga más y más,
se va de Antofagasta sin dar una señal

y cuenta una aventura que paso a deletrear.
Ay, ay, ay, de mí.
Al medio de un gentío que tuvo que afrontar
un trasbordo por culpa del último huracán,
en un puente quebrado cerca de Vallenar,
con un cruz al hombro Run Run debió cruzar.
Run Run siguió su viaje, llegó al tamarugal
sentado en una piedra, se puso a divagar,
que sí, que esto, que lo otro, que nunca, que además,
que la vida es mentira, que la muerte es verdad.
Ay, ay, ay, de mí.
La cosa es que una alforja se puso a trajinar
sacó papel y tinta y un recuerdo quizás
sin pena ni alegría, sin gloria ni piedad,
sin rabia ni amargura, sin hiel ni libertad,
vacía corno el hueco del mundo terrenal,
Run Run mandó su carta por mandarla no más.
Run Run se fue pa’l norte, yo me quedé en el sur
al medio hay un abismo sin música ni luz.
Ay, ay, ay, de mí.
El calendario afloja por las ruedas del tren
los números del año por el filo del riel
más vueltas dan los fierros, más nubes en el mes,
más largos son los rieles, más agrio es el después.
Run Run se fue pa’l norte qué le vamos a hacer
así es la vida entonces, espinas de Israel
amor crucificado, corona del desdén;
los clavos del martirio, el vinagre y la hiel.
Ay, ay, ay de mí.

Gilbert vino navegando desde su país, Suiza, a descubrir el continente latinoamericano. Pintor y carpintero, gentil y divertido, aprendiz de todo en la comédie suisse, en la ciudad de Ginebra, trató de aprender a tocar el clarinete, sin resultados probatorios, buscavidas, cambia de oficios; amante del bee-bop y del buen vino.

Bienvenido entre las damas. Vivió un tiempo entre los gitanos de Granada, buscando acercarse al flamenco. Alma aventurera, decide embarcarse hacia América del Sur, acompañando a un antropólogo en una expedición al desierto de Atacama. Expedición que abandonó después de algunos roces con el científico que la dirigía. Resuelve entonces descubrir el país por cuenta propia.
Al llegar a Santiago preguntó por Violeta, estaba informado de que ella era quien investigaba la música folklórica, y mucho más, el alma popular. Fue de esa manera que llegó hasta la casa de mi madre justo el día de su cumpleaños. Un 4 de octubre. Yo lo conduje a ese encuentro.
Celebraron intensamente, querían conocerse, se integró de forma inmediata. Eran dos seres que se andaban buscando. La amalgama resultó rapidito. Interesados en avanzar juntos, sin plazos ni fechas. Cinco años para descubrir un mundo extraño y fascinante. Ese fue el tiempo que demoró Gilbert, en desentrañar los
misterios que le ofrecía el mundo de Violeta Parra.

Suave y tosco a la vez, se notaba a la legua que había estado demasiado tiempo solo. Dos solitarios que se encuentran necesitan tiempo para cambiar modos y costumbres. De alguna manera pierden la libertad. Pasar del yo al nosotros, les significó tiempo.Ella, carácter apasionado, tierno y explosivo. ¿Dominante? Sin duda. Años amorosos y tormentosos se dibujaban a cuatro manos, en el horizonte.Después de la separación, fue Bolivia la estación de término en el continente latinoamericano. Nueva tierra de acogida para Gilbert.
Mi madre no lo retuvo, al contrario, lo estimuló. La relación estaba mustia, fatigada, lo fue a visitar, convencida de que no habría vuelta atrás. Lo conversamos sin lágrimas de su parte. Se encantó con el pueblo boliviano.
Un par de intentos fallidos por reparar la frágil vasija del amor. Resultado, constatación de lo que ya sabía, los amores nacen, viven y mueren. Sin embargo, en estos viajes, no perdió el tiempo en querellas de desventurados amores. Con sus nuevas canciones, impactó a ese pueblo, “Gracias a la vida”, “Volver a los
diecisiete”, “Maldigo”, “Rin del angelito”, se oían en las radios. Verdadero contacto con el público boliviano. Partidaria decidida de devolver las costas y el mar. Al contestar el teléfono en la peña “Naira” en lugar de decir: aló, se le oía “mar para Bolivia”.En el mercado de La Paz, en las humildes tiendas, su fotografía estuvo presente durante mucho tiempo. Volvió a Chile con grupos de música folklórica boliviana, que presentaba en la carpa de La Reina. “Estos dos pueblos se necesitan”, decía, y los abrazos culturales ella los hacía realidad.
Para Gilbert era demasiado tarde. Su fuente amorosa se había secado. Llegó un día como regalo de cumpleaños y fue el más bienvenido de todos. Se fue quedando. Encontró en mi madre todo lo que le había faltado tanto tiempo. Una mujer fuerte, creativa, enamorada de su trabajo, libre como el viento. Un país
a descubrir, una familia. Nosotros.

Al tercer día de su presencia en casa, se acercó a mí, entre cómico y solemne. “Tengo algo que decirte”, dijo en su reciente castellano. Mi madre le explicó que si él quería instalarse con ella en casa, debía pedirle al hijo hombre de la casa, la mano de la madre.
Lo hizo torpe y tiernamente. Accedí a su pedido, agradeciéndole; su presencia me abría espacios de libertad, complicidad compartida. En el pueblo donde terminó sus días “Roussin”, nos acordábamos, reímos y lloramos, brindando por lo vivido. Hasta su muerte mantuvimos una relación de amistad y cariño.
Lo recuerdo en el año sesenta y cinco, después de aquella dolorosa y maravillosa aventura, la exposición de mi madre en el Museo del Louvre. De regreso en Chile hicimos un disco de música de inspiración andina, “Ángel Parra y el tocador afuerino”. Mi mamá le puso ese apodo. Ya se vislumbraba la ruptura.

Afuerino se les llama a las personas que no pertenecen al lugar.Al cabo de algunos años de rodar y lidiar con los grupos musicales en Europa, y la verdad hay que decirla, lo explotaban, Gilbert decidió terminar con la música y sus relaciones altiplánicas. Fatigado de manera definitiva, me confió que destruyó una a una las quenas y flautas andinas, las que dominaba a la perfección.
Decidido a no tocar nunca más ese instrumento, se dedicó a la observación de las estrellas.
Corría el año ochenta y siete cuando le propuse que me acompañara en un tema al cual su instrumento le venía de perillas. Me costó mucho convencerlo de romper su decisión de no volver a tomar en sus manos una quena. Si aceptó, lo hizo solo por cariño a nuestro pasado, a la amistad mantenida. Después de mucho tiempo trascurrido, a veinte años de la muerte de la mujer que un día había amado.
Nos proyectábamos las historias vividas, como una película, en la cual nosotros no habíamos actuado.
Momentos más buenos que malos, Santiago, Buenos Aires, Paris, Ginebra, la primera exposición de mi madre en Argentina. Los bastidores de los cuadros, los hacía Gilbert. Violeta avanzaba, pintaba uno tras otro. Él recordaba esos momentos con nitidez y alegría; también otros, con rabia, borrosos.
Buscaba expresarse artísticamente pero no sabía cómo. El trabajo con mi madre lo hacía posponer indefinidamente su propia búsqueda; eso lo frustraba, pero no era egoísta, aceptaba.
La cámara cinematográfica que le regaló mi madre fue algo muy importante para él, porque era uno de los caminos que quería explorar, aunque jamás hiciera una película.
La más bella aventura que vivieron como pareja fue conquistar el fuerte inexpugnable, el Museo del Louvre. Punto culminante para Violeta.
Rue Monsieur le Prince en París, L’escale, “La Candelaria”, el número quince de la rue Voltaire en Ginebra, Suiza. Para mí, momentos de privilegios, testigo inconsciente. Dejaba transcurrir la vida, sin darle importancia, recibiendo lo que se me ofrecía. Juventud divino tesoro. Tanto compartido sin saberlo.

Bendita inocencia.
Miro hacia atrás sin pasión, no me corresponde. Gilbert con su eterno cigarrillo en los labios, apagado, en la casa de La Reina. En esa época ya tenía dificultades respiratorias. Mi madre le condenaba el cigarrito. Yo, escondido, le pedía uno.
Llegó con un clarinete y sus discos de George Brassens y salió de las manos mágicas de mi madre convertido en el primer intérprete de la quena, de todos los altiplanos.
Gilbert aprendió mucho con ella. A lo humano y a lo divino. Como todos nosotros, el silabario completo. Solo teníamos que ser pacientes y escuchar, sabía perfectamente lo que quería sacar afuera de cada uno de nosotros.Durante los años que pasaron juntos, recíprocamente se entregaron amor y ternura, celos y dolores. Como todas las parejas, ni más ni menos. Mi madre, en su desmesura genial y brutal, quería todo al instante y, ese todo, era mucho esfuerzo, trabajo, disciplina. Para personas vulgares y silvestres como nosotros, imposible, a pesar del empeño.
Violeta quería a su madre, a su pueblo, a sus hermanos, a sus hijos, a sus amores, en la misma lucha, todos juntos. Unir, juntar fuerzas con el objeto de ganar batallas todos los santos días. Fortalecer a los débiles para protegerse de los ataques de los más fuertes. Y las ganaba.
No debe haber sido fácil para el Gringo. Para Gilbert fueron años de formación, de escuela de crecimiento como ser humano y, como todos los estudiantes, cuando se recibió, con el diploma en la mano, se fue. Al comienzo no lo lució en la oficina del alma, con el tiempo se enorgulleció. El resto de la historia les pertenece solo a ellos.

domingo, 24 de mayo de 2009

Desde la Nada (Luilly Gómez)

Hoy presentamos otro escrito de nuestro amigo y colaborador Luilly Gómez, espero les guste

Desde la Nada

El hombre que hasta la noche anterior veía frenada su marcha por una gran muralla; con el nuevo amanecer, vio derribada su muralla y frente a él mil caminos.

El pez que rogaba a Neptuno por vivir en aguas más profundas, se encuentra cayendo desde una inmensa catarata y su cuerpo no soporta las toneladas de agua que caen sobre él.

El ave que a Eolo pedía mejores vientos, se haya siendo torturado por un huracán, el mismo que pedía un poco más de brisa, hoy sólo clama calma a la tempestad que ha quebrado sus alas.

También un árbol, que cansado de la primavera pidió a la naturaleza no cargar tantas hojas; en otoño se le oyó clamar a las últimas hojas que aferradas a sus brazos permanecían, que por favor conservaran su color, que no escucharan el llamado de la tierra que las exhortaba fundirse con ella.

Un hombre, en su juventud rogaba por un sólo momento de una anhelada mirada; y hoy, unos cuantos años después no tolera las muchas miradas ni por sólo un segundo.

Un niño solitario, que en el bosque de su infancia se sentía abandonado porque el eco su voz se la llevó; Hoy, ya no soporta el dolor que su propia voz le causa a sus oídos, pues ha regresado desde la nada y nunca imagino su retorno.

Aquel, que sólo pedía una oportunidad para amar; Hoy prefiere amistad, compañía, alegrías y livianas risas, no sabe si la espera acabo con sus deseos o si olvido sus anhelos, después de tantas noches de soledad soñó tantos sueños, deseo tantas cosas… hoy se hacen realidad.

El sólo quería un sueño hecho realidad, y no todos, ahora sufre la misma angustia, la misma que lo torturó la primera noche de su vida en la que la melancolía anido en su pecho. Nunca pensó que tanta carencia se volvería tanta abundancia.

A él nunca le dijeron la verdad sobre los deseos… nunca le contaron que tanta fantasía y tanta ensoñación, le dañarían el corazón.

viernes, 22 de mayo de 2009

Recopilación Poemas de Amor (Varios autores)

Una selección de los mejores poemas de amor publicados en nuestro blog:

El primer lugar se lo lleva nuestro compatriota Pablo Neruda (Chile)

Poema XV Me gustas cuando callas

Poema X Hemos perdido aún este crepúsculo

En tí la Tierra


Antonio Gamoneda (España)

Amor / Estar en Tí / Tú ... y otros



Mario Benedetti (Uruguay)

Hagamos un trato / Táctica y Estrategia

Rostro de Vos

Asunción de Tí


Gustavo Adolfo Becquer (España)

Cartas Literarias a Una Mujer - Carta I

Cartas Literarias a Una Mujer - Carta II


Luilly Gomez (Chile)

Abreme tus ojos (inédito)


Nicanor Parra (Chile)

Cartas a una desconocida


Miquel Martí I Pol (España)

Ahora que todo vuelve... / Carta / Descubristeis que en sólo un instante... y otros


Pere Gimferrer (España)

BY LOVE POSSESSED

Poemas de Jorge Luis Borgues


Poema de los Dones

Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.

De esta ciudad de libros hizo dueños
a unos ojos sin luz, que sólo pueden
leer en las bibliotecas de los sueños
los insensatos párrafos que ceden.


las albas a su afán. En vano el día
les prodiga sus libros infinitos,
arduos como los arduos manuscritos
que perecieron en Alejandría.


De hambre y de sed, narra una historia griega,
muere un rey entre fuentes y jardines;
yo fatigo sin rumbo los confines
de esta alta y honda biblioteca ciega.


Enciclopedias, atlas, el Oriente
y el Occidente, siglos, dinastías, símbolos, cosmos y cosmogonías
brindan los muros, pero inútilmente.


Lento en mi sombra, la penumbra hueca
exploro con el báculo indeciso,
yo, que me figuraba el Paraíso
bajo la especie de una biblioteca.


Algo, que ciertamente no se nombra
con la palabra azar, rige estas cosas;
otro ya recibió en otras borrosas
tardes los muchos libros y la sombra.


Al errar por las lentas galerías
suelo sentir con vago horror sagrado
que soy el otro, el muerto, que habrá dado
los mismos pasos en los mismos días.


¿Cuál de los dos escribe este poema
de un yo plural y de una sola sombra?
¿Qué importa la palabra que me nombra
si es indiviso y uno el anatema?


Groussac o Borges, miro este querido
mundo que se deforma y que se apaga
en una pálida ceniza vaga
que se parece al sueño y al olvido.
AL ESPEJO

¿Por qué persistes, incesante espejo?
¿Por qué duplicas, misterioso hermano,
el movimiento de mi mano?
¿Por qué en la sombra el súbito reflejo?

Eres el otro yo de que habla el griego
y acechas desde siempre. En la tersura
del agua incierta o del cristal que dura
me buscas y es inútil estar ciego.

El hecho de no verte y de saberte
te agrega horror, cosa de magia que osas
multiplicar la cifra de las cosas

que somos y que abarcan nuestra suerte.
Cuando esté muerto, copiarás a otro
y luego a otro, a otro, a otro, a otro…

EL INGENUO

Cada aurora (nos dicen) maquina maravillas
capaces de torcer la más terca fortuna;
hay pisadas humanas que han medido la luna
y el insomnio devasta los años y las millas.

En el azul acechan públicas pesadillas
que entenebran el día. No hay en el orbe una
cosa que no sea otra, o contraria, o ninguna.
A mí sólo me inquietan las sorpresas sencillas.

Me asombra que una llave pueda abrir una puerta,
me asombra que mi mano sea una cosa cierta,
me asombra que del griego la eleática saeta

instantánea no alcance la inalcanzable meta,
me asombra que la espada cruel pueda ser hermosa,
y que la rosa tenga el olor de la rosa.


1964

I

Ya no es mágico el mundo. Te han dejado.
Ya no compartirás la clara luna
ni los lentos jardines. Ya no hay una
luna que no sea espejo del pasado,

cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor. Hoy sólo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.

Nadie pierde (repites vanamente)
sino lo que no tiene y no ha tenido
nunca, pero no basta ser valiente

para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te desgarra
y te puede matar una guitarra.

II

Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta

y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna

y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.

Sólo que me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.

SOY

Soy el que sabe que no es menos vano
que el vano observador que en el espejo
de silencio y cristal sigue el reflejo
o el cuerpo (da lo mismo) del hermano.

Soy, tácitos amigos, el que sabe
que no hay otra venganza que el olvido
ni otro perdón. Un dios ha concedido
al odio humano esta curiosa llave.

Soy el que pese a tan ilustres modos
de errar, no ha descifrado el laberinto
singular y plural, arduo y distinto,

del tiempo, que es uno y es de todos.
Soy el que es nadie, el que no fue una espada
en la guerra. Soy eco, olvido, nada.


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Jorge Luis Borges

Jorge Francisco Isidoro Luis Borges (* Buenos Aires, 24 de agosto de 1899 - Ginebra, 14 de junio de 1986) fue un escritor argentino, uno de los autores más destacados de la literatura en español del siglo XX. Publicó ensayos breves, cuentos y poemas. Su obra, fundamental en la literatura y en el pensamiento humano, ha sido objeto de minuciosos análisis y de múltiples interpretaciones. Trasciende cualquier clasificación y excluye cualquier tipo de dogmatismo. Pocos escritores han repercutido tanto en la imaginación de los hombres. Fuente: es.wikipedia.org

Cartas Literarias a una Mujer - Carta II (Poemas de Gustavo Adolfo Becquer)

En mi anterior te dije que la poesía eras tú,
porque tú eres la más bella personificación
del sentimiento, y el verdadero espíritu de la
poesía de otro.
A propósito de esto, la palabra amor se deslizó
en mi pluma en uno de los párrafos de mi carta.
De aquel párrafo hice el último.
Nada más natural. Voy a decirte el porqué.
Existe una preocupación bastante generalizada,
aun entre las personas que se dedican a dar
formas a lo que piensan, que, a mi modo de ver,
es, sin parecerlo, una de las mayores.
Si hemos de dar crédito a los que de ella participan,
es una verdad tan innegable que se puede elevar
a la categoría de axioma el que nunca se vierte
la idea con tanta vida y precisión como en el momento
en que ésta se levanta semejante a un gas
desprendido y enardece la fantasía y hace vibrar
todas las fibrassensibles, cual si las tocase
alguna chispa eléctrica.
Yo no niego que suceda así.
Yo no niego nada;
pero, por lo que a mí toca, puedo asegurarte
que cuando siento no escribo.
Guardo, sí, en mi cerebro escritas, como en un libro
misterioso, las impresiones que han dejado en él
su huella al pasar; estas ligeras y ardientes hijas de la
sensación duermen allí agrupadas en el fondo de
mi memoria hasta el instante en que, puro, tranquilo,
sereno y revestido, por decirlo así, de un poder
sobrenatural, mi espíritu las evoca, y tienden sus alas
transparentes, que bullen con un zumbido extraño,
y cruzan otra vez por mis ojos como en una
visión luminosa y magnífica.
Entonces no siento ya con los nervios que se agitan,
con el pecho que se oprime, con la parte orgánica
natural que se conmueve al rudo choque de las
sensaciones producidas por la pasión y los afectos;
siento, sí, pero de una manera que puede llamarse
artificial; escribo como el que copia de una página
ya escrita; dibujo como el pintor que reproduce
el paisaje que se dilata ante sus ojos y se pierde
entre la bruma de los horizontes.
Todo el mundo siente.
Sólo a algunos seres les es dado el guardar como
un tesoro la memoria viva de lo que han sentido.
Yo creo que éstos son los poetas.
Es más: creo que únicamente por esto lo son.
Efectivamente, es más grande, es más hermoso,
figurarse el genio ebrio de sensaciones y de
inspiración, trazando a grandes rasgos, temblorosa
la mano con la ira, llenos aún los ojos de lágrimas
o profundamente conmovidos por la piedad esas
tiradas de poesía que más tarde son la admiración
del mundo; pero, ¿qué quieres?, no siempre
la verdad es lo más sublime.
¿Te acuerdas?
No hace mucho que te lo dije
a propósito de una cuestión parecida.
Cuando un poeta te pinte en magníficos
versos su amor, duda.
Cuando te lo dé a conocer en prosa, y mala, cree.
Hay una parte mecánica, pequeña y material en
todas las obras del hombre, que la primitiva,
la verdadera inspiración desdeña en sus ardientes
momentos de arrebato.
Sin saber cómo, me he distraído del asunto.
Como quiera que lo he hecho para darte una
satisfacción, espero que tu amor propio sabrá
disculparme. ¿Qué mejor intermedio que éste
para con una mujer?
No te enojes.
Es uno de los muchos puntos de contacto que
tenéis con los poetas, o que éstos tienen
con vosotras.
Sé, porque lo sé, aun cuando tú no me lo has dicho,
que te quejas de mí, porque al hablar del amor detuve
mi pluma y terminé mi primera carta como enojado
de la tarea.
Sin duda, ¿a qué negarlo?,
pensaste que esta fecunda idea se esterilizó
en mi mente por falta de sentimiento.
Ya te he demostrado tu error.
Al estamparla, un mundo de ideas confusas
y sin nombre se elevaron en tropel en mi cerebro
y pasaron volteando alrededor de mi frente, como
una fantástica ronda de visiones quiméricas.
Un vértigo nubló mis ojos.
¡Escribir! ¡Oh!
Si yo pudiera haber escrito entonces,
no me cambiaría por el primer poeta del mundo.
Mas... entonces lo pensé y ahora lo digo.
Si yo siento lo que siento, para hacer lo que hago,
¿qué gigante océano de luz y de inspiración
no se agitaría en la mente de esos hombres
que han escrito lo que a todos nos admira?
Si tú supieras cómo las ideas más grandes se
empequeñecen al encerrarse en el círculo de hierro
la palabra; si tú supieras qué diáfanas, qué ligeras,
qué impalpables son las gasas de oro que trotan
en la imaginación al envolver esas misteriosas
figuras que crea y de las que sólo acertamos
a reproducir el descarnado esqueleto; si tú
supieras cuán imperceptible es el hilo de luz
que ata entre sí los pensamientos más
absurdos que nadan en el caos:
si tú supieras...
Pero, ¿qué digo?
Tú lo sabes, tú debes saberlo.
¿No has soñado nunca?
Al despertar, ¿te ha sido alguna vez posible referir,
con toda su inexplicable vaguedad y poesía,
lo que has soñado?
El espíritu tiene una manera de sentir
y comprender especial, misteriosa, porque
él es un arcano; inmensa, porque él es infinito;
divina, porque su esencia es santa.
¿Cómo la palabra, cómo un idioma grosero y mezquino,
insuficiente a veces para expresar las necesidades de la
materia, podrá servir de digno intérprete entre dos almas?
Imposible.
Sin embargo, yo procuraré apuntar, como de pasada,
algunas de las mil ideas que me agitaron durante
aquel sueño magnífico, en que vi al amor,
envolviendo a la Humanidad como en un fluido
de fuego, pasar de un siglo en otro, sosteniendo
la incomprensible atracción de los espíritus,
atracción semejante a la de los astros, y
revelándose al mundo exterior por medio de la
poesía, único idioma que acierta a balbucear
algunas de las frases de su inmenso poema.
Pero, ¿lo ves?
Ya quizá ni tú me entiendes ni yo sé lo que me digo.
Hablemos como se habla.
Procedamos con orden.
¡El orden! ¡Lo detesto,
y, sin embargo, es tan preciso para todo!...
La poesía es el sentimiento;
pero el sentimiento no es más que un efecto,
y todos los efectos proceden de una causa
más o menos conocida.
¿Cuál lo será?
¿Cuál podrá serlo de este divino arranque de
entusiasmo, de esta vaga y melancólica aspiración
del alma, que se traduce al lenguaje de los hombres
por medio de sus más suaves armonías sino el amor?
Sí; el amor es el manantial perenne de toda poesía,
el origen fecundo de todo lo grande,
el principio eterno de todo lo bello;
y digo el amor porque la religión,
nuestra religión sobre todo,
es un de todo lo grande,
el principio eterno de todo lo bello;
y digo el amor porque la religión,
nuestra religión
sobre todo, es un amor también,
es el amor más puro, más hermoso,
el único infinito que se conoce,
y sólo a estos dos astros
de la inteligencia
El amor es la causa del sentimiento;
pero... ¿qué es el amor?
Ya lo ves:
el espacio me falta, el asunto es grande,
y... ¿te sonríes?...
¿Crees que voy a darte una excusa fútil para
interrumpir mi carta en este sitio?
No; ya no recurriré a los fenómenos del mío para
disculparme de no hablar del amor.
Te lo confesaré ingenuamente: tengo miedo.
Algunos días, sólo algunos, y te lo juro,
te hablaré del amor,
a riesgo de escribir un millón de disparates.
-¿Por qué tiemblas? -dirás sin duda-.
¿No hablan de él a cada paso gentes
que ni aún lo conocen?
¿Por qué no has de hablar tú, tú que dices
que lo sientes?
¡Ay! Acaso por lo mismo que ignoran lo que es,
se atreven a definirlo.
¿Vuelves a sonreírte?...
Créeme: la vida está llena de estos absurdos.
Ver tambien Cartas Literarias a una mujer - Carta I

jueves, 21 de mayo de 2009

EL CUADERNO DE LOS POEMAS (EvaSoul)


A razón de unos escritos que anduve buscando, para poder volver un poco la vista atrás, no pude dejar de recordar aquel cuaderno místico que compartíamos semana por medio, ¿quizás te acuerdas?, ese que llenábamos de de poesía que nacía en la ausencia de ti y de mi, en la distancia, en aquella soledad que no se hacía tan dura, porque tenía un límite, porque era una soledad con fecha de vencimiento, porque el displacer de la espera tenía agendada un día y una hora para su fin.

Pero las cosas han cambiado, el tiempo ahora se hace interminable, y no hay ni cuaderno, ni tiempo que venza, ni nadie que lo aguante, ahora las esperas son vacías, no hay letras, ni signos, ni un dibujo que de indicios de un poema, solo estos recuerdos, que de vez en cuando afloran, como aflora también la pena de lo que no es, de aquello que se fue hundiendo entremedio del dolor, del miedo, de la angustia y una soledad sin nombres.

Ahora en la infinidad de aguante de una hoja quisiera decirte tantas cosas que tus oídos no toleran, cosas que jamás podrás conocer porque si lo hicieras dejarías de ser lo que eres ahora, y si fuese así, yo no estaría hablando contigo, sino que con ese otro que debes en cuando nos visita, pero que no es bienvenido. Es entonces cuando decido escribir estas líneas para mi, para fantasear un poco en pensar que esto lo estoy pronunciando mirándote a los ojos, con la calma que me da la certeza, la certeza de saber que lo que había ya no es, que las cosas han cambiado tanto que me parecen ajenas, y que a pesar del dolor que siento, y del par de lágrimas que me ha costado plasmar todo esto, estoy pensando en dejarte un adiós, sin derecho a cambio.

EvaSoul para Poemas a 1000

martes, 19 de mayo de 2009

El Ultimo adios a Benedetti (Funeral de Mario Benedetti)

Unas dos mil personas, en su mayoria admiradores anónimos,  se congregaron junto al Cementerio Central de Montevideo y aplaudieron en forma espontànea al paso del cortejo fúnebre por las calles de la capital uruguaya para despedir al escritor Mario Benedetti. Ariel Silva su secretario, su colega Eduardo Galeano y el cantautor Daniel Viglietti, han sido algunos de los que han cargado el féretro con sus restros.
Decenas de flores han sido arrojadas al paso de la caravana, que ha marchado silenciosa por kilómetro y medio. Figuras de la política, la cultura, el sindicalismo, el deporte y diplomáticos de varios países se han acercado hasta el Cementerio Central para despedir al poeta, fallecido el domingo a los 88 años.
El féretro, depositado en el Panteón Nacional, no lucìa  símbolo religiosos, sólo lo cubrían las flores que depositaba la gente y una pequeña bandera uruguaya. 
El director de Cultura del Gobierno uruguayo, Hugo Achugar, se dirigió a los asistentes :
 "Enterramos a un hombre bueno, al hombre de amplia sonrisa. Hoy enterramos al oficinista, al humorista, al actor de cine que hablaba alemán, hoy enterramos parte de nuestra historia"
"También enterramos su bigote, su disnea, la sonrisa pícara... Todo lo demás sigue vivo", subrayó.
Con la muerte de Benedetti "todos se quedan huérfanos, como después de una guerra", subrayó y pidió que "todos sigan cantando, como quería Mario, en esta orfandad cargada de futuros".
"No tuvo hijos, pero nos deja una amplia descendencia. Nos quedamos huérfanos pero con un enorme legado, polémico y rico",
Adios al Poeta...

Imágenes del Velatorio de Mario Benedetti

El velatorio ha sido visitado por decenas de personas en Uruguay, que han acudido a despedir al poeta. El funeral se realizará a las 10.00 hora local de Uruguay, en el Panteón Nacional. Por otra parte, a la misma hora el gobierno cubano realizará un homenaje:

"He venido en representación de mi Gobierno y de mi pueblo a expresarle a los familiares y amigos el momento de conmoción que vive nuestro país por la perdida de Mario Benedetti', declaró la embajadora cubana en Uruguay, Mariaelena Ruiz Capote tras visitar la capilla ardiente instalada en el salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo (Parlamento).

'Además -agregó- para comunicarles que mañana, coincidiendo con la hora en que se realizará el sepelio de Benedetti en Montevideo, la Casa de las Américas (en La Habana) le va a realizar un homenaje, en la sala Che Guevara, con una sesión especial de escritores, intelectuales en general y amigos de Benedetti'.

'Mario Benedetti fue un gran intelectual uruguayo y latinoamericano y, además, muy querido por todos los cubanos', agregó la diplomática.

A continuación algunas imágenes captadas por la televisión en el velatorio de Mario Benedetti:

lunes, 18 de mayo de 2009

Instalada quedo la capilla con los restos de Mario Benedetti para su velatorio


La Capilla ardiente con los restos de Mario Benedetti quedo instalada el salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo y decenas de persona han comenzado a desfilar para dar el último adios al Poeta.

Poco despues se hizo presente el PResidente de Uruguay Tabaré Vázquez, para saludar a familiares y amigos, acompañado por el vicepresidente de la República, y presidente del Parlamento, Rodolfo Nin Novoa.

Las embajadoras de España, Aurora Díaz-Rato, y de Cuba, Marielena Ruiz Capote, fueron las primeras diplomáticas en llegar al Parlamento para presentar sus condolencias.

Los restos serán sepultados mañana Martes en el Panteón Nacional de Uruguay.

Velatorio de Mario Benedetti


De acuerdo a lo informado por el gobierno uruguayo, los resto del poeta Mario Benedetti, serán velados en el Salon de los Pasos Perdidos , del Parlamento. En el participaran el presidente uruguayo, Tabaré Alvarez, y el vicepresidente de la República y presidente de la Asamblea General, Rodolfo Nin Novoa.

"Si Mario no dejó instrucciones en contrario, el martes 19 sus restos serán depositados en el Panteón Nacional", ha informado Mauricio Rosencof, director de Cultura de la Intendencia de Montevideo y amigo personal del escritor fallecido.

Se informo por fuentes de gobierno que se ha declarado duelo nacional en Uruguay por la muerte del escritor.

Por otra parte personalidades de todos los ámbitos han demostrado su pesar porla muerte del escritor:

Joan Manuel Serrat




"Me fue muy fácil conectar y trabajar con él y lo que me gustó mucho fue que entendió la diferencia que hay entre un poeta y un escribidor de canciones, técnicamente hablando, y rehizo aquellos versos, para hacer letras de canciones, de una forma muy natural, porque comprendió bien los problemas que puede tener el músico a la hora de crear una canción".

El cantante calificó anoche a su amigo de "hombre muy experimentado". "Me gustaba mucho su curiosidad, su forma de incorporar, mezclar y bajar la poesía a la calle, subirla a un escenario, acercarla a la gente, por eso es un poeta muy transversal".

Serrat dijo al conocer la noticia de la muerte de Benedetti: "Vivo con la pena de perder un amigo que no voy a poder volver a ver, cuando regrese a Montevideo no lo voy a encontrar y estos vacíos que me va creando la vida cada vez son más complicados de sobrellevar, a pesar de que uno entienda muy bien qué camino es éste y que no hay otro".


José Saramago

Un amigo, un hermano
En su columna del periodico www.elpais.com, Saramago escribió:

La obra de Mario Benedetti, amigo, hermano, es sorprendente en todos los aspectos, ya sea por la extensión en la variedad de géneros que toca, ya sea por la densidad de su expresión poética como por la extrema libertad conceptual que usa. El léxico de Benedetti ha ignorado deliberadamente la supuesta existencia de palabras "poéticas" y de otras que no lo son. Para Benedetti, la lengua, toda ella, es poética. Leída desde esta perspectiva, la obra del gran poeta uruguayo se nos presenta, no sólo como suma de una experiencia vital, sino, sobre todo, como la búsqueda persistente y lograda de un sentido, el del ser humano en el planeta, en el país, en la ciudad o en la aldea, en su casa simplemente o en la acción colectiva. Son muchas las razones que nos llevan a la lectura de Benedetti. Tal vez la principal sea ésa, precisamente: que el poeta se ha convertido en voz de su propio pueblo. O sea, en poeta universal.


Luis Sepúlveda

Luis Sepúlveda, escritor chileno autor de "El viejo que leía novelas de amor" dijo hoy durante la presentación del Salón Internacional del Libro Iberoamericano de Gijón (España) al referirse al fallecimiento del Poeta:

"Me levanté de mala gana. Sólo me apetece emborracharme, pedir un whisky y decirle al camarero que me ponga el más humilde que tenga con una rodaja de limón". El autor de explicó que éste era el modo en el que su "queridísimo" amigo uruguayo ordenaba la bebida en los "boliches" de Montevideo y consideró que sería un homenaje ante su desaparición.

Sepúlveda aseguró que esta edición del certamen será un "gran homenaje" al hombre que afirmó que hay que de "defender la alegría como una barricada".

domingo, 17 de mayo de 2009

Pesar en el mundo por la muerte de Mario Benedetti


HASTA MAÑANA

Voy a cerrar los ojos en voz baja voy a meterme a tientas en el sueño.
En este instante el odio no trabaja
para la muerte, que es su pobre dueño la voluntad suspende su
latido y yo me siento lejos, tan pequeño que a Dios invoco, pero no le pido nada, con tal de
compartir apenas este universo que hemos conseguido por las malas y a veces por las buenas.
¿Por qué el mundo soñado no es el mismo que este mundo de muerte
a manos llenas?

Mi pesadilla es siempre el optimismo:
me duermo débil, sueño que soy fuerte, pero el futuro aguarda. Es
un abismo.

No me lo digan cuando me despierte."


Mario Benedetti



Y sucedió lo que hace tiempo temiamos, murió el gran escritor uruguayo Mario Benedetti a la edad de 88 años, hoy, en la ciudad de Montevideo Uruguay. El mundo de la literatura se encuentra de luto. Tal como les habíamos contado, hace una par de semanas estuvo internado por un delicado transtorno intestinal crónico. Hace algunos dias fue dado de alta.

Benedetti fue autor de más de ochenta libros de poesía, novelas, cuentos y ensayos, así como de guiones de cine, fue galardonado con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (1999), el Premio Iberoamericano José Martí (2001) y el Premio Internacional Menéndez Pelayo (2005).

Su última obra publicada, el poemario "Testigo de uno mismo", fue presentada en agosto del año pasado. Actualmente se encontraba trabajando en el libro con nombre provisional "Biografía para encontrarme".

Antes de dedicarse a la escritura, Benedetti hizo de taquígrafo, cajero, vendedor, librero, periodista, traductor, empleado público y comercial. Todo esto le hizo tener contacto con la realidad de Uruguay, y en su obra se tradujo en un permanente compromiso social, característica por la que ha sido destacado entre sus pares.

Su amigo José Saramago habia hecho un llamado a realizar "Una cadena de Poesía para su recuperación", hoy creo más que nunca se debe leer en su honor, un poema...

Aca le dejo algunos de mis favoritos para recordarlo:



Hagamos un trato / Táctica y Estrategia



Rostro de Voz




Le estaremos contando noticias acerca de lo que suceda...

ÁBREME TUS OJOS (Luilly Gómez)

Hoy un poema inédito de un amigo de nuestro blog, publicado integramente con dedicatoria incluida, espero les guste...

"Después de forzar a mi corazón para que confesara y se pronunciara sobre los sentimientos que venían haciéndome sentir sensible hacia su nombre. Él me a dicho una serie de cosas... que obviamente no todas se pueden escribir...Entonces me he puesto a escribir estas palabras.

Al sincerarme conmigo mismo esto ha nacido. ( no sé si llamarle poema, versos, soneto o quien sabe como)

Estas palabras te las envió con mucho afecto y respeto. Esperando tengas a bien recibir estas humildes prosas, que han nacido solamente, gracias al mágico momento que fue el conocerte y que junto a tu hermosa sonrisa y los placenteros pequeños momentos que he compartido junto a ti me han servido de inspiración para escribirte esto. "


Ábreme tus ojos y déjame avanzar hacia tu corazón.
Ábreme tus ojos y podré caminar con mis ojos cerrados,
Ábreme tus ojos y ya no necesitare los míos,
Porque no habrá nada más hermoso que observar.

Ábreme tus ojos, cual tímida flor muestra su hermosura a un suave rayo de sol.
Ábreme tu ojos que mi luz es delicada y no quiere hacerte ningún mal.
Sé que tímidas son las flores, sé que esa mira tiene grandes cerraduras.
Torpe e inútil seria forzar aquellos precavidos párpados.

Aún estoy aquí. Sentado tras las cortinas que me prohíben
Abrazarte con mi mirada y besarte con mis ojos.

Soñare por primera vez, si encuentro dentro de ti aquella mirada.
Yo sabré cuidar esa mirada; ella nunca morirá, dentro de los míos quedará y no
permitiré que ninguna molesta luz haga que tengas que cerrarlos.

Mis tristes ojos nunca más producirán lagrima alguna.
Porque una sincera y eterna mirada es capaz de borrar toda melancolía, llanto, penas
y puede hacer soñar eternamente.

Como quisiera sentir tu mirada sobre mi
y saber que podrías llegar a necesitarme.
¿ Qué será sentir que tu mirada se fija en mí ?
Qué abres tus ojos y me invitas a ser parte de tu corazón.

sábado, 16 de mayo de 2009

LA LENGUA DE LAS MARIPOSAS (Manuel Rivas)



Hoy publicamos un relato de Manuel Rivas, en el cual esta basada la película homónima del director José Luis Cuerda... espero lo disfruten.

"¿Qué hay , Gorrión? Espero que este año podamos ver por fin la lengua de las mariposas".
El maestro aguardaba desde hacía tiempo que le enviaran un microscopio a los de la instrucción pública. Tanto nos hablaba de como se agrandaban las cosas menudas e invisibles por aquel aparato que los niños llegábamos a verlas de verdad, como si sus palabras entusiastas tuvieran un efecto de poderosas lentes.
"La lengua de la mariposa es una trompa enroscada como un resorte de reloj. Si hay una flor que la atrae, la desenrolla y la mete en el cáliz para chupar.
Cando lleváis el dedo humedecido a un tarro de azúcar ¿a que sienten ya el dulce en la boca como si la yema fuera la punta de la lengua? Pues así es la lengua de la mariposa".Y entonces todos teníamos envidia de las mariposas. Que maravilla. Ir por el mundo volando, con esos trajes de fiesta, y parar en flores como tabernas con barriles llenos de jarabe.
Yo quería mucho a aquel maestro. Al principio, mis padres no podían creerlo. Quiero decir que no podían entender como yo quería a mi maestro. Cuando era un "picarito", la escuela era una amenaza terrible. Una palabra que cimbraba en el aire como una vara de mimbre.
"¡Ya verás cuando vayas a la escuela!"
Dos de mis tíos, como muchos otros mozos, emigraron a América por no ir de quintos (*) a la guerra de Marruecos. Pues bien, yo también soñaba con ir a América sólo por no ir a la escuela. De hecho, había historias de niños que huían al monte para evitar aquel suplicio. Aparecían a los dos o tres días, ateridos y sin habla, como desertores de la Barranco del Lobo. Yo iba para seis años y me llamaban todos Gorrión. Otros niños de mi edad ya trabajaban. Pero mi padre era sastre y no tenía tierras ni ganado.
Prefería verme lejos y no enredando en el pequeño taller de costura. Así pasaba gran parte del día correteando por la Alameda, y fue Cordeiro, el recolector de basura y hojas secas, el que me puso el apodo. "Pareces un gorrión".
Creo que nunca corrí tanto como aquel verano anterior al ingreso en la escuela. Corría como un loco y a veces sobrepasaba el límite de la Alameda y seguía lejos, con la mirada puesta en la cima del monte Sinaí, con la ilusión de que algún día me saldrían alas y podría llegar a Buenos Aires. Pero jamás sobrepasé aquella montaña mágica.
"¡Ya verás cuando vayas a la escuela!"
Mi padre contaba como un tormento, como si le arrancara las amígdalas con la mano, la manera en que el maestro les arrancaba la jeada del habla para que no dijeran ajua nin jato ni jracias. "Todas las mañanas teníamos que decir la frase 'Los pájaros de Guadalajara tienen la garganta llena de trigo'. ¡Muchos palos llevábamos por culpa de Juadalagara!" Si de verdad quería meterme miedo, lo consiguió. La noche de la víspera no dormí. Encogido en la cama, escuchaba el reloj de la pared en la sala con la angustia de un condenado. El día llegó con una claridad de mandil de carnicero. No mentiría si le dijera a mis padres que estaba enfermo.
El miedo, como un ratón, me roía por dentro.
Y me meé. No me meé en la cama sino en la escuela.
Lo recuerdo muy bien. Pasaron tantos años y todavía siento una humedad cálida y vergonzosa escurriendo por las piernas. Estaba sentado en el último pupitre, medio escondido con la esperanza de que nadie se percatara de mi existencia, hasta poder salir y echar a volar por la Alameda.
"A ver, usted, ¡póngase de pie!"
El destino siempre avisa. Levanté los ojos y vi con espanto que la orden iba para mi. Aquel maestro feo como un bicho me señalaba con la regla. Era pequeña, de madera, pero a mi me pareció la lanza de Abd el-Krim.
"¿Cuál es su nombre?"
"Gorrión".
Todos los niños rieron a carcajadas. Sentí como si me batieran con latas en las orejas.
"¿Gorrión?"
No recordaba nada. Ni mi nombre. Todo lo que yo había sido hasta entonces había desaparecido de mi cabeza. Mis padres eran dos figuras borrosas que se desvanecían en la memoria. Miré cara al ventanal, buscando con angustia los árboles de la alameda.
Y fue entonces cuando me meé.
Cuando se dieron cuenta los otros rapaces, las carcajadas aumentaron y resonaban como trallazos (*).
Huí. Eché a correr como un loquito con alas. Corría, corría como solo se corre en sueños y viene tras de uno el Sacaúnto. Yo estaba convencido de que eso era lo que hacía el maestro. Venir tras de mi. Podía sentir su aliento en el cuello y el de todos los niños, como jauría de perros a la caza de un zorro. Pero cuando llegué a la altura del palco de la música y miré cara atrás, vi que nadie me había seguido, que estaba solo con mi miedo, empapado de sudor y de meos. El palco estaba vacío. Nadie parecía reparar en mi, pero yo tenía la sensación de que toda la villa estaba disimulando, que docenas de ojos censuradores acechaban en las ventanas, y que las lenguas murmuradoras no tardarían en llevarle la noticia a mis padres. Las piernas decidieron por mi. Caminaron hacia al Sinaí con una determinación desconocida hasta entonces. Esta vez llegaría hasta A Coruña y embarcaría de polisón en uno de esos navíos que llevan a Buenos Aires.
Desde la cima del Sinaí no se veía el mar sino otro monte más grande todavía, con peñascos recortados como torres de una fortaleza inaccesible. Ahora recuerdo con una mezcla de asombro y nostalgia lo que tuve que hacer aquel día. Yo sólo, en la cima, sentado en silla de piedra, bajo las estrellas, mientras en el valle se movían como luciérnagas los que con candil andaban en mi búsqueda. Mi nombre cruzaba la noche cabalgando sobre los aullidos de los perros. No estaba sorprendido. Era como si atravesara la línea del miedo. Por eso no lloré ni me resistí cuando llegó donde mi la sombra regia de Cordeiro. Me envolvió con su chaquetón y me abrazó en su pecho. "Tranquilo Gorrión, ya pasó todo".
Dormí como un santo aquella noche, pegadito a mamá. Nadie me reprendió. Mi padre se había quedado en la cocina, fumando en silencio, con los codos sobre el mantel de hule, las colillas amontonadas en el cenicero de concha de vieira, tal como pasara cuando había muerto la abuela.
Tenía la sensación de que mi madre no me había soltado de la mano en toda la noche.
Así me llevó, agarrado como quien lleva un serón en mi vuelta a la escuela. Y en esta ocasión, con corazón sereno, pude fijarme por vez primera en el maestro. Tenía la cara de un sapo.
El sapo sonreía. Me pellizcó la mejilla con cariño. "¡Me gusta ese nombre, Gorrión!". Y aquel pellizco me hirió como un dulce de café. Pero lo más increíble fue cuando, en el medio de un silencio absoluto, me llevó de la mano cara a su mesa y me sentó en su silla. Y permaneció de pie, agarró un libro y dijo:
"Tenemos un nuevo compañero. Es una alegría para todos y vamos a recibirlo con un aplauso". Pensé que me iba a mear de nuevo por los pantalones, pero sólo noté una humedad en los ojos. "Bien, y ahora, vamos a comenzar con un poema. ¿A quien le toca? ¿Romualdo? Ven, Romualdo, acércate. Ya sabes, despacito y en voz bien alta".
A Romualdo los pantalones cortos le quedaban ridículos. Tenía las piernas muy largas y oscuras, con las rodillas llenas de heridas.

Una tarde parda y fría...

"Un momento, Romualdo, ¿qué es lo que vas a leer?"
"Una poesía, señor".
"¿Y como se titula?"
"Recuerdo infantil. Su autor es don Antonio Machado".
"Muy bien, Romualdo, adelante. Despacito y en voz alta. Repara en la puntuación.".
El llamado Romualdo, a quien yo conocía de acarrear sacos de piñas como niño que era de Altamira, carraspeó como un viejo fumador de picadura y leyó con una voz increíble, espléndida, que parecía salida de la radio de Manolo Suárez, el indiano de Montevideo.

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.
Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una marcha carmín...


"Muy bien. ¿Qué significa monotonía de lluvia, Romualdo?", preguntó el maestro.
"Que llueve después de llover, don Gregorio".

"¿Rezaste?", preguntó mamá, mientras pasaba la plancha por la ropa que papá cosiera durante el día. En la cocina, la olla de la cena despedía un aroma amargo de nabiza.
"Pues si", dije yo no muy seguro. "Una cosa que hablaba de Caín y Abel".
"Eso está bien", dijo mamá. "Non se por que dicen que ese nuevo maestro es un ateo".
"¿Qué es un ateo?"
"Alguien que dice que Dios no existe". Mamá hizo un gesto de desagrado y pasó la plancha con energía por las arrugas de un pantalón.
"¿Papá es un ateo?"
Mamá posó la plancha y me miró fijo.
"¿Cómo va a ser papá un ateo? ¿Cómo se te ocurre preguntar esa pavada?"

Yo había escuchado muchas veces a mi padre blasfemar contra Dios. Lo hacían todos los hombres. Cuando algo iba mal, escupían en el suelo y decían esa cosa tremenda contra Dios.
Decían dos cosas: Cajo en Dios, cajo en el Demonio. Me parecía que sólo las mujeres creían de verdad en Dios.
"¿Y el Demonio? ¿Existe el Demonio?"
"¡Por supuesto!"
El hervor hacía bailar la tapa de la olla. De aquella boca mutante salían vaharadas de vapor e gargajos de espuma y berza. Una abeja revoloteaba en el techo alrededor de la lámpara eléctrica que colgaba de un cable trenzado. Mamá estaba enfurruñada como cada vez que tenía que planchar. Su cara se tensaba cuando marcaba la raya de las perneras. Pero ahora hablaba en un tono suave y algo triste, como si se refiriera a un desvalido.
"El Demonio era un ángel, pero se hizo malo".
La abeja batió contra la lámpara, que osciló ligeramente y desordenó las sombras.
"El maestro dijo hoy que las mariposas también tienen lengua, una lengua finita y muy larga, que llevan enrollada como el resorte de un reloj. Nos la va a enseñar con un aparato que le tienen que mandar de Madrid. ¿A que parece mentira eso de que las mariposas tengan lengua?"
"Si él lo dice, es cierto. Hay muchas cosas que parecen mentira y son verdad. ¿Te gusta la escuela?"
"Mucho. Y no pega. El maestro no pega".

No, el maestro don Gregorio no pegaba. Por lo contrario, casi siempre sonreía con su cara de sapo. Cuando dos peleaban en el recreo, los llamaba, " parecen carneros", y hacía que se dieran la mano.
Luego, los sentaba en el mismo pupitre. Así fue como hice mi mejor amigo, Dombodán, grande, bondadoso y torpe. Había otro rapaz, Eladio, que tenía un lunar en la mejilla, en el que golpearía con gusto, pero nunca lo hice por miedo a que el maestro me mandara darle la mano y que me cambiara junto a Dombodán. El modo que tenía don Gregorio de mostrar un gran enfado era el silencio.
"Si ustedes no se callan, tendré que callar yo".
Y iba cara al ventanal, con la mirada ausente, perdida en el Sinaí. Era un silencio prolongado, desasosegante, como si nos dejara abandonados en un extraño país.
Sentí pronto que el silencio del maestro era el peor castigo imaginable. Porque todo lo que tocaba era un cuento atrapante. El cuento podía comenzar con una hoja de papel, después de pasar por el Amazonas y el sístole y diástole del corazón. Todo se enhebraba, todo tenía sentido. La hierba, la oveja, la lana, mi frío. Cuando el maestro se dirigía al mapamundi, nos quedábamos atentos como si se iluminara la pantalla del cine Rex. Sentíamos el miedo de los indios cuando escucharon por vez primera el relincho de los caballos y el estampido del arcabuz. Íbamos a lomo de los elefantes de Aníbal de Cartago por las nieves de los Alpes, camino de Roma. Luchamos con palos y piedras en Ponte Sampaio contra las tropas de Napoleón. Pero no todo eran guerras.
Hacíamos hoces y rejas de arado en las herrerías del Incio. Escribimos cancioneros de amor en Provenza y en el mar de Vigo. Construimos el Pórtico da Gloria. Plantamos las patatas que vinieron de América. Y a América emigramos cuando vino la peste de la patata.
"Las patatas vinieron de América", le dije a mi madre en el almuerzo, cuando dejó el plato delante mío.
"¡Que iban a venir de América! Siempre hubo patatas", sentenció ella.
"No. Antes se comían castañas. Y también vino de América el maíz". Era la primera vez que tenía clara la sensación de que, gracias al maestro, sabía cosas importantes de nuestro mundo que ellos, los padres, desconocían.
Pero los momentos más fascinantes de la escuela eran cuando el maestro hablaba de los bichos. Las arañas de agua inventaban el submarino. Las hormigas cuidaban de un ganado que daba leche con azúcar y cultivaban hongos. Había un pájaro en Australia que pintaba de colores su nido con una especie de óleo que fabricaba con pigmentos vegetales. Nunca me olvidaré. Se llamaba tilonorrinco. El macho ponía una orquídea en el nuevo nido para atraer a la hembra.

Tal era mi interés que me convertí en el suministrador de bichos de don Gregorio y él me acogió como el mejor discípulo. Había sábados y feriados que pasaba por mi casa y íbamos juntos de excursión. Recorríamos las orillas del rio, las gándaras (*), el bosque, y subíamos al monte Sinaí. Cada viaje de esos era para mi como una ruta del descubrimiento. Volvíamos siempre con un tesoro. Una mantis. Una libélula. Un escornabois (*). Y una mariposa distinta cada vez, aunque yo solo recuerde el nombre de una es la que el maestro llamó Iris, y que brillaba hermosísima posada en el barro o en el estiércol.
De regreso, cantábamos por las corredoiras (*) como dos viejos compañeros. Los lunes, en la escuela, el maestro decía: "Y ahora vamos a hablar de los bichos de Gorrión".
Para mis padres, esas atenciones del maestro eran una honra. Aquellos días de excursión, mi madre preparaba la merienda para los dos. "No hacía falta, señora, yo ya voy comido", insistía don Gregorio. Pero a la vuelta, decía: "Gracias, señora, exquisita la merienda".
"Estoy segura de que pasa necesidades", decía mi madre por la noche.
"Los maestros no ganan lo que tienen que ganar", sentenciaba, con sentida solemnidad, mi padre. "Ellos son las luces de la República".
"¡La República, la República! ¡Ya veremos donde va a parar la República!"
Mi padre era republicano. Mi madre, no. Quiero decir que mi madre era de misa diaria y los republicanos aparecían como enemigos de la Iglesia.
Procuraban no discutir cuando yo estaba delante, pero muchas veces los sorprendía.
"¿Qué tienes tu contra Azaña? Esa es cosa del cura, que te anda calentando la cabeza".

"Yo a misa voy a rezar", decía mi madre.
"Tu, si, pero el cura no".
Un día que don Gregorio vino a recogerme para ir a buscar mariposas, mi padre le dijo que, si no tenía inconveniente, le gustaría "tomarle las medidas para un traje".
El maestro miró alrededor con desconcierto.
"Es mi oficio", dijo mi padre con una sonrisa.
"Respeto muchos los oficios", dijo por fin el maestro.
Don Gregorio llevó puesto aquel traje durante un año y lo llevaba también aquel día de julio de 1936 cuando se cruzó conmigo en la alameda, camino del ayuntamiento.
"¿Qué hay, Gorrión? A ver si este año podemos verles por fin la lengua a las mariposas".
Algo extraño estaba por suceder. Todo el mundo parecía tener prisa, pero no se movía. Los que miraban para la derecha, viraban cara a la izquierda. Cordeiro, el recolector de basura y hojas secas, estaba sentado en un banco, cerca del palco de la música. Yo nunca viera sentado en un banco a Cordeiro. Miró cara para arriba, con la mano de visera. Cuando Cordeiro miraba así y callaban los pájaros era que venía una tormenta.
Sentí el estruendo de una moto solitaria. Era un guarda con una bandera sujeta en el asiento de atrás. Pasó delante del ayuntamiento y miró cara a los hombres que conversaban inquietos en el porche. Gritó: "¡Arriba España!" Y arrancó de nuevo la moto dejando atrás una estela de estallidos.
Las madres comenzaron a llamar por los niños. En la casa, parecía haber muerto otra vez la abuela. Mi padre amontonaba colillas en el cenicero y mi madre lloraba y hacía cosas sin sentido, como abrir el grifo del agua y lavar los platos limpios y guardar los sucios.
Llamaron a la puerta y mis padres miraron el picaporte con desasosiego. Era Amelia, la vecina, que trabajaba en la casa de Suárez, el indiano.
"¿Saben lo que está pasando? En la Coruña los militares declararon el estado de guerra. Están disparando contra el Gobierno Civil".
"¡Santo cielo!", se persignó mi madre.

"Y aquí", continuó Amelia en voz baja, como si las paredes oyeran, " Se dice que el alcalde llamó al capitán de carabineros pero que este mandó decir que estaba enfermo",
Al día siguiente no me dejaron salir a la calle. Yo miraba por la ventana y todos los que pasaban me parecían sombras encogidas, como si de pronto cayera el invierno y el viento arrastrara a los gorriones de la Alameda como hojas secas.
Llegaron tropas de la capital y ocuparon el ayuntamiento. Mamá salió para ir a la misa y volvió pálida y triste, como si se hiciera vieja en media hora.
"Están pasando cosas terribles, Ramón", oí que le decía, entre sollozos, a mi padre. También él había envejecido. Peor todavía. Parecía que había perdido toda voluntad.
Se arrellanó en un sillón y no se movía. No hablaba. No quería comer.
"Hay que quemar las cosas que te comprometan, Ramón. Los periódicos, los libros. Todo"
Fue mi madre la que tomó la iniciativa aquellos días. Una mañana hizo que mi padre se arreglara bien y lo llevó con ella a la misa. Cuando volvieron, me dijo: "Ven, Moncho, vas a venir con nosotros a la alameda".
Me trajo la ropa de fiesta y, mientras me ayudaba a anudar la corbata, me dijo en voz muy grave:"Recuerda esto, Moncho. Papá no era republicano. Papá no era amigo del alcalde. Papá no hablaba mal de los curas. Y otra cosa muy importante, Moncho. Papá no le regaló un traje al maestro".
"Si que lo regaló".
"No, Moncho. No lo regaló. ¿Entendiste bien? ¡No lo regalo!"
Había mucha gente en la Alameda, toda con ropa de domingo. Bajaran también algunos grupos de las aldeas, mujeres enlutadas, paisanos viejos de chaleco y sombrero, niños con aire asustado, precedidos por algunos hombres con camisa azul y pistola en el cinto. Dos filas de soldados abrían un corredor desde la escalinata del ayuntamiento hasta unos camiones con remolque entoldado, como los que se usaban para transportar el ganado en la feria grande.
Pero en la alameda no había el alboroto de las ferias sino un silencio grave, de Semana Santa. La gente no se saludaba. Ni siquiera parecían reconocerse los unos a los otros. Toda la atención estaba puesta en la fachada del ayuntamiento.
Un guardia entreabrió la puerta y recorrió el gentío con la mirada. Luego abrió del todo e hizo un gesto con el brazo. De la boca oscura del edificio, escoltados por otros guardas, salieron los detenidos, iban atados de manos y pies, en silente cordada. De algunos no sabía el nombre, pero conocía todos aquellos rostros. El alcalde, el de los sindicatos, el bibliotecario del ateneo Resplandor Obrero, Charli, el vocalista de la orquesta Sol y Vida, el cantero q quien llamaban Hércules, padre de Dombodán... Y al cabo de la cordada, jorobado y feo como un sapo, el maestro.
Se escucharon algunas órdenes y gritos aislados que resonaron en la Alameda como petardos. Poco a poco, de la multitud fue saliendo un ruge-ruge que acabó imitando aquellos apodos.
"¡Traidores! ¡Criminales! ¡Rojos!"
"Grita tu también, Ramón, por lo que más quieras, ¡grita!". Mi madre llevaba agarrado del brazo a papá, como si lo sujetara con toda su fuerza para que no desfalleciera. "¡Que vean que gritas, Ramón, que vean que gritas!"
Y entonces oí como mi padre decía "¡Traidores" con un hilo de voz. Y luego, cada vez más fuerte, "¡Criminales! ¡Rojos!" Saltó del brazo a mi madre y se acercó más a la fila de los soldados, con la mirada enfurecida cara al maestro. "¡Asesino! ¡Anarquista! ¡Comeniños!"
Ahora mamá trataba de retenerlo y le tiró de la chaqueta discretamente. Pero él estaba fuera de sí. "¡Cabrón! ¡Hijo de mala madre¡ Nunca le había escuchado llamar eso a nadie, ni siquiera al árbitro en el campo de fútbol. "Su madre no tiene la culpa, ¿eh, Moncho?, recuerda eso". Pero ahora se volvía cara a mi enloquecido y me empujaba con la mirada, los ojos llenos de lágrimas y sangre. "¡Grítale tu también, Monchiño, grítale tu también!"
Cuando los camiones arrancaron cargados de presos, yo fui uno de los niños que corrían detrás lanzando piedras. Buscaba con desesperación el rostro del maestro para llamarle traidor y criminal. Pero el convoi era ya una nube de polvo a lo lejos y yo, en el medio de la alameda, con los puños cerrados, sólo fui capaz de murmurar con rabia: "¡Sapo! ¡Tilonorrinco! ¡Iris!"

viernes, 15 de mayo de 2009

Y AÚN ASÍ... YO ME LEVANTO (Maya Angelou)


Tú puedes escribirme en la historia
con tus amargas, torcidas mentiras,
puedes aventarme al fango
y aún así, como el polvo... me levanto.

¿Mi descaro te molesta?
¿Porqué estás ahí quieto, apesadumbrado?
Porque camino
como si fuera dueña de pozos petroleros
bombeando en la sala de mi casa...

Como lunas y como soles,
con la certeza de las mareas,
como las esperanzas brincando alto,
así... yo me levanto.

¿Me quieres ver destrozada?
cabeza agachada y ojos bajos,
hombros caídos como lágrimas,
debilitados por mi llanto desconsolado.

¿Mi arrogancia te ofende?
No lo tomes tan a pecho,
Porque yo río como si tuviera minas de oro
excavándose en el mismo patio de mi casa.

Puedes dispararme con tus palabras,
puedes herirme con tus ojos,
puedes matarme con tu odio,
y aún así, como el aire, me levanto.

¿Mi sensualidad te molesta?
¿Surge como una sorpresa
que yo baile como si tuviera diamantes
ahí, donde se encuentran mis muslos?

De las barracas de vergüenza de la historia
yo me levanto
desde el pasado enraizado en dolor
yo me levanto
soy un negro océano, amplio e inquieto,
manando
me extiendo, sobre la marea,
dejando atrás noches de temor, de terror,
me levanto,
a un amanecer maravillosamente claro,
me levanto,
brindado los regalos legados por mis ancestros.
Yo soy el sueño y la esperanza del esclavo.
Me levanto.
Me levanto.
Me levanto.

jueves, 14 de mayo de 2009

Poemas de Manuel Rivas



BLUES

Sólo la noche es el paraíso: duermen los hombres.

Los sueños abren las ventanas
y se lamen las heridas en las playas y en las orillas
de los ríos.

Los sueños cantan con la garganta helada.
Como esclavos, hacen sonar los tambores.



DESPEDIDA

Puedo estar orgulloso.
Se cae la casa
pero mis hijos huyeron al bosque
con la cabeza llena de pájaros.
(De Un millón de vacas, Barcelona, Ediciones B, 1990).


SOMOS LO QUE SOÑAMOS SER

Somos lo que soñamos ser
Y ese sueño, no es tanto una meta
Como una energía
Cada día es una crisálida

Cada día alumbra una metamorfosis
Caemos, nos levantamos
Cada día la vida empieza de nuevo
La vida es un acto de resistencia y de reexistencia
Vivimos, revivimos
Pero todos esos tienen la memoria

Somos lo que recordamos
La memoria es nuestro hogar nómada
Como las plantas o las aves emigrantes
Los recuerdos tienen la estrategia de la luz
Van hacia delante
A la manera del remero que se desplaza de espaldas para ver mejor
Hay un dolor parecido al dolor de muelas
A la pérdida física
Y es perder algún recuerdo que queremos
Esas fotos imprescindibles en el álbum de la vida
Por eso hay una clase d melancolía que no atrapa
Sino que nutre la libertad
En esa melancolía como espuma en las olas
Se alzan los sueños.

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Manuel Rivas Barrós
"Manolo Rivas", (1957, La Coruña), es un escritor, poeta, ensayista y periodista gallego cuya obra se desarrolla en lengua gallega aunque también escribe puntualmente artículos en castellano.

Nacido el 24 de octubre de 1957 en la calle Marola del barrio coruñés de Montealto. Estudió secundaria en el IES Monelos. Desde hace muchos años vive en Vimianzo. La totalidad de su obra literaria se desarrolla en lengua gallega, aunque también escribe artículos periodísticos en castellano. Su libro de cuentos ¿Que me queres, amor? (¿Qué me quieres, amor?) (1996) incluye el relato A lingua das bolboretas (La lengua de las mariposas), en el que se basó la película homónima. Su obra se completa con los libros de relatos Ela, maldita alma (Ella, maldita alma) (1999), La mano del emigrante (2001), y Las llamadas perdidas (2002).

Es autor de tres novelas cortas: Os comedores de patacas (Los comedores de patatas)(1992), O lápis do carpinteiro )El lápiz del carpintero) (1999), Premio de la Crítica española, llevada al cine por Antón Reixa, y En salvaje compañía (1994), que ha sido reeditada con correcciones del autor en 2004. Sus últimas obras son El héroe(2006), teatral; Los libros arden mal (2006), una novela y Os Grouchos (2008), un ensayo periodístico. Junto con Suso de Toro es la cabeza visible de una generación de narradores gallegos con amplio eco de crítica y público en España.

En cuanto a su obra periodística, buena parte de sus mejores reportajes están compilados en El periodismo es un cuento (1998), usado como libro de texto en numerosas facultades de Ciencias de la Información, así como en los volúmenes Toxos e flores (1992), Galicia, el bonsái atlántico (1994), Galicia, Galicia (2001), Mujer en el baño (2004) y Una espía en el reino de Galicia (2004).

Sus trabajos poéticos están recogidos en la antología El pueblo de la noche, Do descoñecido ao descoñecido y Mohicania revisada.

Periodista desde los quince años, ha colaborado con diversos medios de prensa, radio y televisión. En la actualidad escribe en el diario El País.

Comprometido con su país y su realidad, Manuel Rivas fue socio fundador de Greenpeace en España, y ocupó cargos directivos en la organización durante varios años. Durante la catástrofe del Prestige, participó en la creación de la plataforma ciudadana Nunca Máis.

Está casado con María Isabel López y Mariño y tiene dos hijos, un hombre y una mujer. El hijo, Martiño Rivas es actor, y actualmente trabaja en la serie de Antena 3, El internado. Fuente: es.wikipedia.org

miércoles, 13 de mayo de 2009

Poemas de Roberto Bolaño



UN RESPLANDOR EN LA MEJILLA


Y Utopía fue el veterinario,
el hombre feroz, la vieja en silla de ruedas cercada por sueños,
y los personajes de los sueños incompatibles se fueron masacrando
uno tras otro, hasta dejar un stock de pesadillas vacía.
Y Utopía fue un reflejo opaco en el interior de un vegetal.
Vitrinas, maniquís desnudos, ebrios tirándoles besos a las nubes.
Un laberinto de escaleras eléctricas por donde vagaban
unos niños extraviados que tenían e corazón maravilloso
hasta la náusea.

¿De todo eso que vi realmente? ¿Con qué ojos tremendos
contemplé el olor puro de aquella muchacha sencillamente
parada en la entrada de un circo? Sólo recuerdo
haber estado demasiado tiempo en un cuarto blanco leyendo novelas
policiales; casi toda mi vida mientras tú me mirabas desde
una ventana redonda, como de baño público, y
los adolescentes se reían como si acabaran de salir del desierto
con los bolsillos llenos de dinero gratis.

Dinero gratis, dinero gratis, amor gratis, un resplandor
inconcebible en la mejilla. Soñadores transformándose a sí mismos
pero incapaces de convencer a una muchacha de que la aman.
Nubes gratis y vacías, restaurantes gratis y vacíos,
automóviles fríos rumbo a las playas doradas del Pacífico,
visiones de Michelangelo para todos, ojos que se cierran
con la velocidad de la luz, y su armonía, estrépito de cisnes,
estrépito de humedad.

Comida gratis, bebida gratis, lluvias divertidas
e interminables como las novelas de Victor Hugo.
Hospitales gratis, desiertos gratis, animales gratis, deseos
de caminar sobre las manos, de ponerse una corona de espinas
eléctrica y luminosa.

Blue-jeans rayoneados de ternura, escenas de teatro
en la orilla del mar prolongadas hasta el infinito, tres años
de asco y amor, tres años de enfermedades infantiles
enmierdadas con precisión, y los duros arbolitos, pero
los duros arbolitos, mientras los duros arbolitos
como lanzas florecían.

Y gemí, y dije ya no sé qué decir, la oficina está vacía,
los submarinos explotan como fetos en las fosas del Atlántico,
alguien me acaricia el pelo y dice que ya está igual de largo
que el suyo, y yo tuerzo el cuello como un solitario cigarrillo
aplastado en la noche enorme y la miro, esperando volver a sentir
en los párpados la tibia obsidiana de los sueños, cuando en
las mañanas nos abrazábamos sin querer despertar, perdidos
en las llanuras de escamas, mientras cae nieve y el frío sonríe
desde un cenicero absolutamente limpio, y no queremos despertar,
y no sabemos qué decir: los labios partidos,
la cara blanca del invierno manchada de lipstick.

La velocidad se detiene, mira hacia todas partes, enloquece
a las fechas. Un anarquistoide muerto bajo las ramas
plateadas de un sauce. Encima de él la primavera violeta. Fuera
de ese cuadro una muchacha sueña renacimientos atroces.

Y está bien, está bien, ya púdose prender la chimenea y cerrar
puertas y ventanas. Ningún brillo va reemplazar nada.
No habrán formas de arder que completen esta nube cargada de lluvia
No habrá viento contra este resplandor acuático. Ni callejones violetas
ni suaves caderas antiguas. Ese jaleo al subir las mil escaleras
del ojo abierto: automóviles llenos de Sol estacionados
en todas las esquinas de tus venas. Una sonrisa sin
contexto, una mano crispada fuera de la foto.

---------------------------------------------

Ahora paseas solitario por los muelles
de Barcelona
Fumas un cigarrillo negro y por
un momento crees que sería bueno
que lloviese
Dinero no te conceden los dioses
mas sí caprichos extraños
Mira hacia arriba:
está lloviendo

1983


Cae fiebre como nieve
Nieve de ojos verdes

II
Se ríen los trovadores en el patio de la taberna
La mula de Guiraut de Bornelh El cantar oscuro
y el cantar claro Cuentan que un catalán prodigioso...
La luna... Los claros labios de una niña diciendo en latín
que te ama Todo lejos y presente
No nos publicarán libros ni incluirán muestras
de nuestro arte en sus antologías (Plagiarán
mis versos mientras yo trabajo solo en Europa)
Sombra de viejas destrucciones. La risa de los juglares
desaparecidos La luna en posición creciente
Un giro de 75o en la virtud Que tus palabras te sean fieles

III
Guiraut Sentado en el patio de la taberna
Las piernas cruzadas Has salido para digerir
contemplando el cielo Los tejados grises
Las chimeneas humeantes de los primeros días invernales
Las niñitas rubias morenas pelirrojas Jugando

IV
En primavera salían de los bosques y recibían a los hombres
Tersites Inmaculado el mármol atraviesa descripciones
lamentos estados totalitarios Algo tan lejano a la risa
de los comerciantes (Salían de sus bosques para hacer
el amor) Con campesinos que alababan grandemente
sus cabalgaduras atadas a los árboles bajos o paciendo
en los claros Una Grecia en blanco y negro Y anos dilatados
estrechando vergas notables Tersites las amazonas
un atardecer que persiste a las descripciones y los besos

V
Tal vez no ame a nadie en particular dijo
mientras miraba a través de los cristales
(La poesía ya no me emociona) - ¿Qué? Su amiga
levantó las cejas Mi poesía (Caca)
Ese vacío que siento después de un orgasmo
(Maldita sea, si sigo escribiendo llegaré a sentirlo
de verdad) La verga parada mientras se desarrolla
el Dolor (Ella se vistió aprisa. Medias
de seda roja) Un aire jazzeado una manera de hablar
(Improviso, luego existo, ¿cómo se llamaba ese tipo?)
Descartes Caca (Qué nublado, dijo ella,
mirando hacia arriba Si pudieras contemplar
tu propia sonrisa Santos anónimos Nombres
carentes de significado

VI
Nadie te manda cartas ahora Debajo del faro
en el atardecer Los labios partidos por el viento
Hacia el Este hacen la revolución Un gato duerme
entre tus brazos A veces eres inmensamente feliz

VII
En la sala de lecturas del Infierno En el club
de aficionados a la ciencia-ficción
En los patios escarchados En los dormitorios de tránsito
En los caminos de hielo Cuando ya todo parece más claro
Y cada instante es mejor y menos importante
Con un cigarrillo en la boca y con miedo A veces
los ojos verdes Y 26 años Un servidor


Publicado en Le Prosa Revista de Escritura Literaria
México, febrero de 1981.


Atole

Vía a Mario Santiago y Orlando Guillén
los poetas perdidos de México
tomando atole con el dedo

En los murales de una nueva universidad
llamada infierno o algo que podía ser
una especie de infierno pedagógico

Pero os aseguro que la música de fondo
era una huasteca veracruzana o tamaulipeca
no soy capaz de precisarlo

Amigos míos era el día en que se estrenaba
<>
así que ya se lo pueden imaginar

Y Mario y Orlando reían pero como en cámara lenta
como si en el mural en el que vivían
no existiera la prisa o la velocidad

No sé si me explico
como si sus risas se desplegaran minuciosamente
sobre un horizonte infinito

Esos cielos pintados por el Dr. Atl, ¿los recuerdas?
sí, los recuerdo, y también recuerdo
las risas de mis amigos

Cuando aún no vivían dentro del mural laberíntico
apareciendo y desapareciendo como la poesía verdadera
esa que ahora visitan los turistas

Borrachos y drogados como escritos con sangre
ahora desaparecen por el esplendor geométrico
que es el México que les pertenece

El México de las soledades y los recuerdos
el del metro nocturno y los cafés chinos
el del amanecer el del atole


El burro

A veces sueño que Mario Santiago
Viene a buscarme con su moto negra.
Y dejamos atrás la ciudad y a medida
Que las luces van desapareciendo
Mario Santiago me dice que se trata
De una moto robada, la última moto
Robada para viajar por las pobres tierras
Del norte, en dirección a Texas,
Persiguiendo un sueño innombrable,
Inclasificable, el sueño de nuestra juventud,
Es decir el sueño más valiente de todos
Nuestros sueños. Y de tal manera
Cómo negarme a montar la veloz moto negra
Del norte y salir rajados por aquéllos caminos
Que antaño recorrieran los santos de México,
Los poetas mendicantes de México,
Las sanguijuelas taciturnas de Tepito
O la colonia Guerrero, todos en la misma senda,
Donde se confunden y mezclan los tiempos:
Verbales y físicos, el ayer y la afasia.

Y a veces sueño que Mario Santiago
Viene a buscarme, o es un poeta sin rostro,
Una cabeza sin ojos, ni boca, ni nariz,
Sólo piel y voluntad, y yo sin preguntar nada
Me subo a la moto y partimos
Por los caminos del norte, la cabeza y yo,
Extraños tripulantes embarcados en una ruta
Miserable, caminos borrados por el polvo y la lluvia,
Tierra de moscas y lagartijas, matorrales resecos
Y ventiscas de arena, el único teatro concebible
Para nuestra poesía

Y a veces sueño que el camino
Que nuestra moto o nuestro anhelo recorre
No empieza en mi sueño sino en el sueño
De otros: los inocentes, los bienaventurados,
Los mansos, los que para nuestra desgracia
Ya no están aquí. Y así Mario Santiago y yo
Salimos de la ciudad de México que es la prolongación
De tantos sueños, la materialización de tantas
Pesadillas, y remontamos los estados
Siempre hacia el norte, siempre por el camino
De los coyotes, y nuestra moto entonces
Es del color de la noche. Nuestra moto
Es un burro negro que viaja sin prisa
Por las tierras de la Curiosidad. Un burro negro
Que se desplaza por la humanidad y la geometría
De estos pobres paisajes desolados.
Y la risa de Mario o de la cabeza
Saluda a los fantasmas de nuestra juventud,
El sueño innombrable e inútil
De la valentía.

Y a veces creo ver una moto negra
Como un burro alejándose por los caminos
De tierra de Zacatecas y Coahuila, en los límites
Del sueño, y sin alcanzar a comprender
Su sentido, su significado último,
Comprendo no obstante su música:
Una alegre canción de despedida.

Y acaso son los gestos de valor los que
Nos dicen adiós, sin resentimiento ni amargura,
En paz con su gratuidad absoluta y con nosotros mismos.
Son los pequeños desafíos inútiles -o que
Los años y la costumbre consintieron
Que creyéramos inútiles- los que nos saludan,
Los que nos hacen señales enigmáticas con las manos,
En medio de la noche, a un lado de la carretera,
Como nuestros hijos queridos y abandonados,
Criados solos en estos desiertos calcáreos,
Como el resplandor que un día nos atravesó
Y que habíamos olvidado.

Y a veces sueño que Mario llega
Con su moto negra en medio de la pesadilla
Y partimos rumbo al norte,
Rumbo a los pueblos fantasmas donde moran
Las lagartijas y las moscas.
Y mientras el sueño me transporta
De un continente a otro
A través de una ducha de estrellas frías e indoloras,
Veo la moto negra, como un burro de otro planeta,
Partir en dos las tierras de Coahuila.
Un burro de otro planeta
Que es el anhelo desbocado de nuestra ignorancia,
Pero que también es nuestra esperanza
Y nuestro valor.

Un valor innombrable e inútil, bien cierto,
Pero reencontrado en los márgenes
Del sueño más remoto,
En las particiones del sueño final,
En la senda confusa y magnética
De los burros y de los poetas.

Los Perros Románticos. Poemas 1980-1998.
Editorial Lumen. Barcelona, España, 2000.



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Roberto Bolaño Ávalos
(Santiago de Chile, 28 de abril de 1953 - Barcelona, 14 de julio, 2003) fue un escritor y poeta chileno. Su obra, considerada como una de las fuerzas de influencia más notables para la nueva literatura hispanoamericana, refleja un sentido generacional y a menudo un gran amor por la poesía y por la literatura. En 1999 fue galardonado con el Premio Rómulo Gallegos por su obra Los detectives salvajes.


Roberto Bolaño nació en Santiago de Chile en 1953; fue un escolar con problemas de dislexia y pasó su infancia en ciudades como Los Ángeles, Valparaíso, Quilpué, Viña del Mar y Cauquenes. A los 13 años, Bolaño se trasladó con su familia a México. Vivió su adolescencia concentrado en la lectura, encerrado durante horas en una biblioteca pública de Ciudad de México.

En 1973 decidió volver a Chile con el propósito de apoyar el proceso de reformas socialistas de Salvador Allende. Tras un largo viaje en autobús, autostop y barco (atravesando prácticamente toda América Latina) llega a Chile pocos días antes del golpe de estado de 1973, y se unió a grupos de revolucionarios de izquierda trotskista. Al poco tiempo fue detenido cerca de Concepción, y fue liberado luego de ocho días debido a la ayuda de un antiguo compañero de estudios en Cauquenes que se encontraba entre los policías que debían custodiarlo y que quizá, se encuentre en el origen de su cuento Detectives publicado en Llamadas telefónicas (Narrativas Hispánicas, 1997).[1]

El infrarrealismo

Meses después regresa a México, donde junto al poeta Mario Santiago Papasquiaro (quien serviría de modelo para Ulises Lima en Los detectives salvajes) fundó el movimiento poético infrarrealista, que, surgido a partir de reuniones y tertulias en el Café La Habana de la calle Bucarelli, se opuso radicalmente a los poderes dominantes en la poesía mexicana y al establishment literario mexicano (que tenía a Octavio Paz como su figura preponderante). El movimiento infrarrealista tuvo como guías la ruptura con lo oficial y establecerse como vanguardia. Si bien se agruparon bajo el apelativo de infrarrealistas alrededor de quince poetas, Roberto Bolaño y Mario Santiago Papasquiaro fueron los exponentes estilísticamente más sólidos, destacando ambos por una poesía cotidiana, disonante y con varios elementos dadaístas, género que Santiago cultivó hasta el final de su vida pero que Bolaño fue abandonando poco a poco por la prosa (aunque el mismo Bolaño nunca dejó de reconocerse a sí mismo como poeta).

El movimiento infrarrealista fue intrascendente, pero se dice que buscó, por sus propias características fundacionales y por su espíritu contestatario, enemigos y detractores que lo mantuvieron y lo siguen manteniendo marginado y sin ningún tipo de reconocimiento, aunque ha influido decisivamente en una generación de creadores -que, cabe mencionar, también han guardado silencio sobre dicha influencia-. Esto es muy extraño si se considera que muchos artistas con pasado similar han sido personajes sobresalientes. La popularidad alcanzada por Bolaño ha hecho que dicha teoría de marginalidad se vaya diluyendo lentamente. "Se podría sostener que el infrarrealismo lo determinó como escritor de la misma forma que el alejamiento de la corriente le permitió iniciar su carrera como novelista. México para él fue central, porque lo determinó como escritor (...) el México nocturno, el México de las calles, del habla cotidiana, de un destino quebrado y a veces trágico y el humor lo cautivaron. No es casualidad que sus dos más grandes novelas las haya centrado en México, Los detectives salvajes y 2666", comentó Juan Villoro en referencia a Bolaño.[2]

Luego emigró a España, concretamente a Cataluña, donde ya vivía su madre. Allí desempeñó diversos oficios —vendimiador en verano, vigilante nocturno de un camping en Castelldefels, vendedor en un almacén de barrio— antes de poder dedicarse por completo a la literatura. Bolaño falleció el martes 15 de julio de 2003 en el hospital Valle de Hebrón de Barcelona tras pasar diez días en coma como consecuencia de una insuficiencia hepática. Dejó inconclusa la novela 2666, en la cual llevó al extremo su capacidad fabuladora, esta vez en torno a un personaje que retoma la figura del escritor desaparecido, en este caso, Benno von Archimboldi.

En 1998 ganó Premio Herralde de novela gracias su obra Los detectives salvajes, por la que también obtuvo el Premio Rómulo Gallegos en 1999. En 2004, un año después de su muerte, obtuvo el premio Salambó a la mejor novela escrita en español, por 2666. El jurado del premio destacó el nivel y diversidad de los cinco finalistas, todos ellos «libros nobles, respetables y muy notables». Y se refirió a la novela ganadora, como «el resumen de una obra de mucho peso, donde se decanta lo mejor de la narrativa de Roberto Bolaño». Una novela que «contiene mucha literatura, que supone un gran riesgo y lleva al extremo el lenguaje literario de su autor».

Bolaño se presenta en algunas de sus obras (como Los detectives salvajes, Amuleto, Estrella distante o el borrador de 2666) como su álter ego, Arturo Belano. También aparece retratado en las novelas Soldados de Salamina de Javier Cercas y en Mantra de Rodrigo Fresán. Fuente: es.wikipedia.org