sábado, 12 de diciembre de 2009

De "Canto a mí mismo" (Walt Withman)

1. Me celebro y me canto a mí mismo.
Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti,
porque lo que yo tengo lo tienes tú
y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también.

Vago... e invito a vagar a mi alma.
Vago y me tumbo a mi antojo sobre la tierra
para ver cómo crece la hierba del estío.
Mi lengua y cada molécula de mi sangre nacieron aquí,
de esta tierra y de estos vientos.
Me engendraron padres que nacieron aquí,
de padres que engendraron otros padres que nacieron aquí,
de padres hijos de esta tierra y de estos vientos también.

Tengo treinta y siete años. Mi salud es perfecta.
Y con mi aliento puro
comienzo a cantar hoy
y no terminaré mi canto hasta que muera.
Que se callen ahora las escuelas y los credos.
Atrás. A su sitio.
Sé cuál es su misión y no la olvidaré;
que nadie la olvide.
Pero ahora yo ofrezco mi pecho lo mismo al bien que al mal,
dejo hablar a todos sin restricción,
y abro de para en par las puertas a la energía original de la naturaleza
desenfrenada.

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viernes, 11 de diciembre de 2009

Es el Olvido (Nicanor Parra)


Uno de mis poemas favoritos... es el Olvido.. de Nicanor Parra

Juro que no recuerdo ni su nombre,
mas moriré llamándola María,
no por simple capricho de poeta:
por su aspecto de plaza de provincia.
¡Tiempos aquellos!, yo un espantapájaros,
ella una joven pálida y sombría.
Al volver una tarde del Liceo
supe de la su muerte inmerecida,
nueva que me causó tal desengaño
que derramé una lágrima al oírla.

Una lágrima, sí, ¡quién lo creyera!,
y eso que soy persona de energía.
Si he de conceder crédito a lo dicho
por la gente que trajo la noticia
debo creer, sin vacilar un punto,
que murió con mi nombre en las pupilas,
hecho que me sorprende, porque nunca
fue para mí otra cosa que una amiga.
Nunca tuve con ella más que simples
relaciones de estricta cortesía,
nada más que palabras y palabras
y una que otra mención de golondrinas.

La conocí en mi pueblo (de mi pueblo
sólo queda un puñado de cenizas),
pero jamás vi en ella otro destino
que el de una joven triste y pensativa.
Tanto fue así que hasta llegué a tratarla
con el celeste nombre de María,
circunstancia que prueba claramente
la exactitud central de mi doctrina.
Puede ser que una vez la haya besado,
¡quién es el que no besa a sus amigas!,
pero tened presente que lo hice
sin darme cuenta bien de lo que hacía.

No negaré, eso sí, que me gustaba
su inmaterial y vaga compañía
que era como el espíritu sereno
que a las flores domésticas anima.
Yo no puedo ocultar de ningún modo
la importancia que tuvo su sonrisa
ni desvirtuar el favorable influjo
que hasta en las mismas piedras ejercía.
Agreguemos, aún, que de la noche
fueron sus ojos fuente fidedigna.

Mas, a pesar de todo, es necesario
que comprendan que yo no la quería
sino con ese vago sentimiento
con que a un pariente enfermo se designa.
Sin embargo sucede, sin embargo,
lo que a esta fecha aún me maravilla,
ese inaudito y singular ejemplo
de morir con mi nombre en las pupilas,
ella, múltiple rosa inmaculada,
ella que era una lámpara legítima.

Tiene razón, mucha razón, la gente
que se pasa quejando noche y día
de que el mundo traidor en que vivimos
vale menos que rueda detenida:
mucho más honorable es una tumba,
vale más una hoja enmohecida,
nada es verdad, aquí nada perdura,
ni el color del cristal con que se mira.

Hoy es un día azul de primavera,
creo que moriré de poesía,
de esa famosa joven melancólica
no recuerdo ni el nombre que tenía.
Sólo sé que pasó por este mundo
como una paloma fugitiva:
la olvidé sin quererlo, lentamente,
como todas las cosas de la vida.

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